viernes, 13 de junio de 2008

Prosa en verso

El amor en el que queremos creer es falso.
Lo que definimos cuando hablamos de él,
es amistad con una importante guarnición de sexo.
Y es que el amor es egoísta, hormonal y
hecho para durar tres meses. Pero la amistad
es el lobo que apoya su cansancio en otro,
es el lento cuaje de dos peonzas
metálicas con agresivos dientes girando a toda velocidad
en un engranaje harmonioso.
Y se vende uno en lugar del otro,
se intercambian y se complementan.
Pero puede que te des cuenta de que lo que más vale
es la amistad, que no conoce vanidad ni guerra ni hambre,
que tarda más en llegar y que una vez ganada sinceramente
cuesta de perderse. Aun con esto el horror es bello y
el amor tristemente también.
"Can't we be friends?"
¿Si no podemos ni ser amantes como vamos a ser amigos?

jueves, 12 de junio de 2008

Mi mesa y yo

Mi mesa es de buena madera y dimensiones poco despreciables. Es rectangular pero no cuadrada. Tiende al desorden común en su entorno. A la izquierda en un rincón hay discos de antiguos juegos y música más que pasada, todo en una montaña de más de 15 metros de pereza. Carpetas, libretas y demás -etas pueblan la superficie derecha color haya, condenando a mi conciencia al trabajo. Paradójicamente el sector izquierdo es un campo de minas para mi concentración, sobretodo el parpadeo anaranjado que me ciega desde el grueso monitor que ocupa un octavo de mesa.

Y entre todo el desorden aparente, que no es más que orden real, destaca mi hermano. Un bolígrafo, una lata enana (que gracias al enanismo se ha conservado en el trajín de objetos como lapicero)… y un cajón adosado a la mesa lleno de cosas que le pertenecen. Ahí guarda toda su esencia, desde tarjetas, identificaciones, licencias, llaves, condones, recuerdos encerrados para ser olvidados… porque el cajón es mío, pero se lo dejo para que lo llene. Un cajón que le guarda para mí, lo que me ha dejado, que le da gracia a la mesa. Forma parte del sector especial de la mesa, que ocupa menos de la mitad pero representa un 80% de ella, configurado por un ordenador, unos altavoces, un pianillo microscópico, el cajón y los discos viejos.

Es por eso, haber si me entiendes ahora, que mi hermano no se puede ir ¿Quién le dará sentido a mi mesa? Igual que no pueden faltar ni el piano ni los discos viejos ni el teclado ni las libretas ni el orden que pretendo desordenado; no puede faltar él, entonces ya no sería mi mesa.