sábado, 28 de febrero de 2009

La vida vista por la transcendencia

La verdad es que podría hacerlo. Podría saltar ahora mismo por la ventana y no pasaría nada, absolutamente nada. Una noticia, un entierro unas cuantas habladurías y poco más. Una triste investigación sobre mi perfil psicológico para que el resto de gente pudiera conocer mis motivos y dormir tranquila el sueño de la rutina. Un triste homenaje al fin y al cabo.

Nada, nada trasciende. Ni siquiera mi cráneo cayendo desde seis pisos sería capaz de romper lo suficiente la calzada para ser recordado, ni mi sangre podría manchar lo suficientemente fuerte el suelo de Barcelona para que algo de mí quedara aquí. Incluso si saltara en Paseo de Gracia y tuviera la suerte de aplastar un ladrón a la fuga con los ahorros de toda una vida de una santa viejecita, no podría trascender. Ni si saltara en Times Square, y cayera en una boca de gas provocando una explosión que volara por los aires todo Manhattan, ni siquiera así transcendería. Aún escribiendo esto, no podría, aunque estas líneas fuesen lo mejor que se ha escrito en toda la historia pasada y futura, ni así podría sobrevivir.

Provocaría llantos, pena en mis allegados, heridas que sanarían con el tiempo como todo, o que se sumarían a sus vidas.

Y que más dará eso, nos limitamos a querer hacernos un hueco en el mundo “la obra y el hijo” que dicen, vaya absurdo. ¿Cuando todo haya acabado, cuando el inexorable final llegue, cuando desparezca la humanidad, cuando desaparezca la inteligencia de todo tipo, entonces que pasará? Con ella se acabará todo, ni Shakespeare, ni Obama, ni Borges, ni Phelps, ni Cristo ni Buda, ni Newton y mucho menos Darwin, ni envidia, ni belleza, ni pasión, ni pensamiento… Y cuando nos hayamos ido todos, cuando nuestras historias caigan en el vacío, que harás tú, Mundo. Solito sin nadie que te escuche y que te mire, que te estudie, desaparecerás también en la oscuridad de la intranscendencia, como un cuadro pintado para no ser visto morirás de tu sinsentido.

Al final la única razón para no dejarlo todo es por no hacerles el feo a los que nos precedieron de matar su recuerdo con nuestra muerte.

2 comentarios:

Rafael Giraldo dijo...

Como dirían los literatos, final muy de guillotina. Yo no me mataría, básicamente porque tengo muchos más motivos para vivir que para morir (de hecho, no tengo ninguno para morir), pero sí que es cierto que muchas veces me asalta la gran duda de la trascendencia. No te mates que tú saltarías por un balcón, no por una ventana, y se alteraría el orden establecido. Y además no queremos que saltes xD.

Muy bien Marc :)

Román Sánchez dijo...

La verdad, la no permanencia y la no trascendencia son cuestiones inquietantes. Es un bonito texto que evidencia, a mi parecer, la neutralidad del Universo, el "y qué más da" de todo, cosa que hace que uno se tenga que esforzar en vivir. Pero una vez vivimos, busquemos la felicidad, o al menos la harmonía.

Muy bien, estoy a favor.